Se acaba el 2024 y no podíamos cerrar sin repasar el papel machista que los hombres hemos tenido en un año tan dramático en cuanto a cifras y hechos que siguen perpetrándose tanto en la esfera pública como en la privada de la sociedad actual.
Si empezamos hablando de víctimas mortales, este año han sido asesinadas en nuestro país un total de 47 mujeres a manos de otros hombres. Si hablamos del perfil de los agresores, el 100% eran parejas o exparejas de las víctimas. Y esto se destaca ante la falsa creencia, que muchas veces es alimentada por los negacionistas de la violencia de género, de que ésta la provocan hombres “desconocidos”, que son casos aislados, o es un hecho casual que seamos siempre hombres, que no es una cuestión estructural que nos coloca a hombres sobre mujeres y que una de las formas de perpetuar este sistema es la violencia física… “Yo como voy a ser machista si tengo novia y quiero mucho a mi madre”.
El último asesinato machista fue ayer 30 de diciembre, donde los medios de comunicación ya se encargaron a golpe de titular de cuestionar el papel de la víctima por estar viviendo con el supuesto asesino que tenía una orden de alejamiento interpuesta. Y es que siempre nos paramos a cuestionar todo lo que la víctima podría haber hecho por evitar la agresión o cuánto ha provocado o propiciado con su comportamiento, pero nunca nos paramos a mirar en la única dirección correcta, la del agresor. De hecho, cuando la hacemos la tendencia es etiquetar de “loco” o “enfermo” a aquellos hombres que llevan a cabo ciertos casos de VG. Obviando la posibilidad de observarlo como hechos que tienen mucho más que ver con la forma en la que construimos nuestra identidad de género y en cómo esta se desarrolla entre iguales que con un problema real de salud mental.
Por cierto, cuando un señor de origen árabe comete un acto violento como el de hace unos días en Magdeburgo (Alemania), arrollando a personas de forma indiscriminada con un vehículo, todos los medios y la opinión pública habla de forma muy natural de radicalización o extremismo. No nos hace falta mucha información sobre el autor para aceptar el discurso de que es una cuestión puramente ideológica la que hizo que una persona atentara contra otras. Nadie se pregunta por la salud mental del individuo ni las condiciones en las que estaba. Y eso que en este caso el hombre dió positivo en consumo de drogas.
Volviendo a hablar de hombres que hacen cosas de forma puramente casual, este año hemos podido conocer el famoso Caso Pelicot, donde un hombre en Francia drogó durante décadas a su mujer, invitando a otros hombres para que abusaran de ella. Más de setenta hombres aceptaron la invitación para violar a una mujer inconsciente mientras los hechos eran grabados por el marido. Y si asusta la cifra, mejor no pensar en la posible cifra de hombres que durante esos años rechazaron la invitación pero guardaron silencio cómplice. Y es que hablar de cultura de la violación es esto. En cómo los hombres normalizamos la instrumentalización del cuerpo de las mujeres para nuestro puro disfrute.
En los últimos meses se descubrieron grupos de telegram y whatsapp en países como Portugal o Alemania donde miles de hombres (más de 70.000 usuarios) no solo compartían imágenes de abusos sexuales a mujeres, que ya eso debería de ponernos en alerta, sino que además compartian fórmulas y técnicas para poder perpetrar nuevos abusos sobre mujeres de su entorno. Pero, ¿nos extraña realmente esta noticia? Cuando nuestra educación sexual se basa en la pornografia, el imaginario que se crea en torno a la sexualidad compartida con mujeres es puramente violento y el consentimiento y el placer de ellas queda totalmente relegado a un segundo plano ya que todo empieza y acaba en el placer del hombre.
En nuestro país no se destapó ningún canal de este tipo, de momento, pero si hemos visto como se empezaba a juzgar un entramado donde empresarios de distintos puntos de España habian creado una red de trata de niñas menores de edad con las que tener sexo. Buscaban que tuvieran la apariencia más jóven posible y las convencían con ofertas económicas. Del mismo modo, hemos conocido diversas noticias este año donde se han desarticulado tramas parecidas donde se engañaba a chicas jóvenes extranjeras para explotarlas con fines sexuales.
La violencia sexual también llega a espacios como el deporte. Este año han sido acusados de algún tipo de violencia sexual varios futbolistas de primer nivel como Santi Mina o Dani Alves. Así como el reciente caso donde una ciclista de primer nivel denunció una agresión sufrida en el último campeonato mundial por parte de otro ciclista en su propia furgoneta. No, los programas de deportes no le dedicaron más de unos minutos a estos hechos que corresponden a deportistas de primer nivel, para sorpresa de nadie.
Del mismo modo que nuestro imaginario no se espera que en según que espacios ocurran este tipo de violencias. Nada más lejos de la realidad, la violencia de género y el abuso de poder también está presente en las artes cénicas y el mundo audiovisual, el caso de la escuela Juan Codina de Madrid, la escuela La Seducción de Granada, la compañía Senssa Teatro de Sevilla o directores de cine como Carlos Vermut, Armando Ravelo o Eduard Cortés han sido señalados como posibles perpetradores de algún tipo de violencia. Lugares que por valores se les presupone libre de ese tipo de violencias pero que el MeToo del cine español está demostrando que no.
De igual forma, en el mundo de la música hemos conocido recientemente la sentencia de cárcel para Diego “El Cigala” por malos tratos. O el señalamiento a través de testimonios anónimos en redes sociales de decenas de chicas contra los artistas Ayax y Prok donde se les acusa de multitud de hechos.
Este último caso es uno de tantos que han visto la luz gracias al trabajo que Cristina Fallarás lleva haciendo años en su perfil personal de instagram donde su muro está únicamente para publicar testimonios anónimos de mujeres que quieren compartir sus historias donde el denominador común son los hombres como perpetradores de una violencia que no entiende de edades ni clases sociales.
Pero, ¿qué pasa con los hombres? ¿Somos todos potencialmente peligrosos? ¿Es correcto o justo hablar de los hombres como un grupo social con las mismas características? Es evidente que no todos los hombres somos, pero si todos los casos que hemos mencionado antes son protagonizados por hombres y es esto lo que nos debemos cuestionar. ¿Qué tipo de hombre soy yo? Y, sobretodo, aunque yo no ejerza ningún tipo de violencia, ¿pienso en cómo son los hombres que me rodean? ¿cuánto me callo por cumplir con el grupo de iguales?
Desde luego este año ha dado suficiente como para que los hombres nos paremos a pensar un poco, más cuando el único movimiento significativo por nuestra parte, ante tanta violencia contra las mujeres, fue crear el lema #NoTallMen (No todos los hombres). Como si alguien nos señalara con el dedo o nuestra libertad fuese coartada en algún momento. Como si en algún momento hubiésemos sentido miedo real por ser hombres frente a las mujeres.
Volviendo al espacio de Cristina Fallarás en redes, sin duda fue determinante para que se conociera el caso Errejón que, aunque todavía queda por esclarecerse judicialmente, ha supuesto un terremoto no solo en la esfera política, sino también en la social al cuestionar el papel de muchos hombres que se alinean en la izquierda o cercanos al feminismo. La cuestión es, ¿que hace a un hombre ser feminista? Está claro que, como hemos podido ver en esta historia, con ponernos la chapa de aliado y decir que lo somos no es suficiente. Y es que venimos validando como hombres feministas o deconstruidos a hombres por el simple hecho de alejarse del rol clásico de macho alfa, por tener una estética donde lucen las uñas pintadas o por expresar emociones públicamente y eso, por supuesto, no tiene nada que ver con hacer una sociedad igualitaria.
Desde luego, el 2024 ha sido un año muy duro para aquellos que creemos y trabajamos por la igualdad. Aunque también me ha planteado muchas preguntas que como hombre me tengo que hacer en las diversas esferas en las que me muevo ya que de eso se trata, o eso creo, este camino por la igualdad. En tener los ojos abiertos y la capacidad para pensar y reconocer lo que quizás no estoy haciendo bien.
Y, a ti, ¿te ha planteado alguna pregunta el 2024?
Alberto Mejías.
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